Rajoy pone el acento en la Hispanidad. ¿También en África?

Sin Acritud…
Ana Camacho (29/12/2011)
El presidente del Gobierno Mariano Rajoy dijo en su saludo a los militares españoles en misiones internacionales que la España del mandato que estrena en plena vorágine navideña va a cumplir con sus aliados, con su palabra y, sobre todo, que “siempre cumplirá sus compromisos con el mundo”. También dijo cómo cree su Gobierno que debemos acometer los españoles estas tareas: “Lo haremos en defensa de la libertad, de la seguridad y de los derechos humanos de las personas”.
No hay que perder de vista estas alusiones a la acción exterior porque en el discurso de investidura la economía, las finanzas, las reformas y la lucha contra el flagelo del paro, como es comprensible, dejaron a la diplomacia muy poco espacio pese a que, como el propio Rajoy dijo, este frente es clave para la promoción comercial que nuestras empresas tanto necesitan para generar y asegurar empleos. Lo que sí había dicho Rajoy es que hay que “poner en marcha una política activa en la Unión Europea, influyendo en sus decisiones, aportando soluciones y liderazgo” lo que es lógico por la cuenta que nos trae no seguir por la senda del seguidismo y ninguneo por la que nos fuimos escurriendo durante los mandatos de Zapatero.
La otra prioridad que Rajoy mencionó en el frente exterior mereció en su investidura fueron nuestros vínculos con Iberoamérica. No dedicó Rajoyninguna mención a África. Casi mejor así, que hacerlo como lo hizo en su momento Zapatero, cuando se declaró muy solemnemente el iniciador de una diplomacia que iba a ser distinta, una diplomacia de sesgo solidario al estilo ONG de desarrollo, haciendo caso omiso de que los africanos necesitan no es limosna sino seguridad jurídica, derechos humanos y mejor aprovechamiento de sus propias riquezas. Para colmo, la política africana deZapatero abochornó a los españoles apuntalando al que ha sido declarado como el peor de los dictadores del continente, Obiang Nguema, y encubriendo la violación de los derechos humanos de los saharauis por parte de los invasores marroquíes.
Volviendo a Rajoy, sí habría que quedarse con esa alusión, hablando del vínculo iberoamericano, del “papel de la lengua española como nexo de unión e instrumento económico de primer orden” y el “valor de la cultura en español” y su propósito de trasladar, con motivo del Bicentenario de la Constitución de Cádiz, “el mensaje del valor de la cultura en español y la calidad de nuestra democracia”. El guión podría ajustarse como un guante a las necesidad y oportunidades que ofrecen los dos únicos puntos de hispanidad del continente africano (Guinea Ecuatorial y Sáhara Occidental), más aún si a ello se suman las alusiones de ayer a lo de cumplir la palabra, la recuperación de liderazgo y la defensa de la libertad y los derechos humanos.


La diplomacia buenista del PSOE resultó ser solo una mentira. Para disimular, cuando cambió de tercio Zapatero apeló a los intereses de España que, se supone, iban de la mano de dictadores como Obiang yMohamed VI. Pero la expulsión marroquí de los barcos de pesca españoles y la salida deRepsol de Guinea Ecuatorial, el Kuwait de África, han demostrado que, ni siquiera los intereses económico han salido ganando con este realismo político a costa del sufrimiento de los pueblos saharauis (únicos hispanohablantes del mundo árabe) y guineano (únicos hispanohablantes del África subsahariana). Al liderazgo tampoco le sentó bien porque un país que viola el derecho internacional como hace España al no cumplir sus responsabilidades con el Sáhara o le tiende la mano a un genocida como Obiang, está condenado a ir por los escenarios internacionales con la cabeza gacha. Más aún si todo este despliegue de fracasos y ridículo tiene lugar en su propio patio trasero. ¿Habrá tomado nota de ello el presidente Rajoy?

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