Ignacio Cembrero, un vocero de la propaganda marroquí

Cada vez que se cita el nombre de Ignacio Cembrero como fuente se indica que es un gran conocedor del Magreb. Sin embargo, algunos de sus artículos pecan de subjetividad. El hecho de haber vivido en Marruecos durante largos años, frecuentando diariamente a los marroquíes y leyendo sus numerosas publicaciones, Cembrero acabó salpicado por su propaganda. De ahí su odio hacia Argelia. Un sentimiento que hace que sea aún más receptivo hacia la mitomanía marroquí. La animosidad negativa hacia Argelia es un verdadero problema que moldea la producción literaria de este periodista español. Esperemos que el apoyo argelino a los saharauis no sea un motivo para que tenga el mismo sentimiento hacia ellos también. Aunque algunos artículos sobre una supuesta presencia de saharauis en las filas de AQMI hacen pensar que Cembrero no les tiene mucho afecto.
Al señor Cembrero se aplica perfectamente la expresión francesa de “l’arroseur arrosé”. Traducido literalmente, el regador regado. En efecto, Cembrero fue regado y bien regado por las mentiras marroquíes. 
La historia que llevó su diario a reemplazarlo por otro no le tenía personalmente como objetivo. El ataque contra él, en realidad, tiene como objetivo imponer a los periodistas acreditados en Marruecos una especie de autocensura como la que ha sido impuesta a los periodistas marroquíes. 
Que un periodista como él publique titulares como “El Estado Islámico sueña con conquistar Al Andalus” realmente da risa. Durante su estancia en Marruecos, decenas de anuncios de desmantelamiento de células terroristas fueron anunciados. Esas células nunca fueron presentadas a la prensa, ni sus armas, ni sus herramientas. Tampoco hubo juicios ni ningún tipo de seguimiento a estos anuncios.
Leyendo las publicaciones de Cembrero, uno se diría que los marroquíes tienen razón al tratar a la gente de estúpidos. Ni siquiera los que se jactan de ser conocedores de Marruecos se paran un momento en los detalles de estos anuncios. Como si la MAP fuera un ejemplo de credibilidad y transparencia. Como si Marruecos no tuviera ninguna razón para instrumentalizar la amenaza terrorista.

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